martes, 23 de enero de 2007

Decíamos en setiembre de 2001...

¿En qué consiste la crisis de la educación?
(Mensaje a la comunidad educativa en el Día del Maestro)

No es sin pesar que debemos reconocer que año tras año esta fecha nos sorprende con más desesperanza al menos a quienes seguimos apostando a la educación como motor para la promoción social y el crecimiento del país. Por ello, no es este un día de celebración, es un día para honrar el ideal educativo que dio origen a la escuela como institución, que inspiró la creación de más y más establecimientos primarios y secundarios y creyó en las universidades como centro de producción de conocimiento y formación académica por excelencia.

Sin embargo, quienes elegimos esta profesión y persistimos en ella, no estamos dispuestos a claudicar aunque nuestra lucha se convierte en una pelea cada vez más solitaria, en una batalla muy despareja, con más enemigos que aliados.
El éxito o el fracaso de la educación no depende sólo de la cantidad de días de clase o de factores económicos, como ha sido demostrado en numerosos estudios realizados en distintos países, sino, fundamentalmente de las expectativas que una sociedad deposite en ella. Se ha demostrado, que, cuando los mayores son indiferentes a los logros académicos de sus niños y jóvenes, estos últimos terminan por ser indiferentes a los mismos y hasta a despreciarlos.

Es fundamental el valor social que se le reconoce a la escuela y a la educación en general, para poder esperar respuestas satisfactorias de parte de los estudiantes.
La escuela sola se ve imposibilitada de despertar el interés por el conocimiento, si no existe una valoración positiva al respecto del mismo en el entorno más próximo del niño.
La escuela necesita motivaciones afectivas a las cuáles conectarse y a partir de las cuáles poder desarrollar estrategias de enseñanza y adquisición de aprendizajes duraderos.
Está demostrado que en países con alto presupuesto educativo, como es el caso de E.E.U.U. pero donde las motivaciones de la sociedad están volcadas hacia el consumo, la riqueza y el éxito, los resultados de la educación no son mejores.

Lamentablemente, en nuestro país, las motivaciones son las mismas, aunque con menos presupuesto educativo por lo cual los únicos recursos con los cuáles se cuenta para intentar vencer esa inercia es el esfuerzo de los docentes, esfuerzo improductivo por otra parte, en tanto la sociedad deshaga sistemática y prolijamente lo que pretende por otra parte que la escuela construya.
Los jóvenes leen con gran agudeza las señales que envía el mundo en el que les toca vivir, a través de quienes hoy son los "verdaderos pedagogos nacionales": la televisión, la publicidad, la política, los valores distorsionados del deporte; son los primeros en aprender, que resulta mucho más fácil seguir lo que la sociedad enseña implícitamente con sus acciones, que lo que predica la escuela en lecciones y discursos sobre el recto comportamiento.

Una sociedad que honra la ambición desmedida, recompensa la codicia, celebra el materialismo, tolera la corrupción, cultiva la superficialidad, desprecia el intelecto, adora el poder adquisitivo, no puede pretender convencer a los jóvenes mediante la palabra, de la fuerza del conocimiento y de las bondades de la cultura, adornos que no pueden ser exhibidos como en una vitrina, sino que sólo enriquecen el espíritu.

La crisis que atraviesa la educación en nuestro país no es sólo una crisis económica, es ante todo, una crisis moral, que deriva de la falta de certezas que caracteriza a la sociedad, crisis que será difícil revertir, mientras felicidad y esfuerzo sean términos antagónicos, mientras no se halle felicidad en el conocimiento, mientras tener sea más importante que ser.

Por eso los docentes hoy pedimos ayuda; para que nuestra tarea sea menos infructuosa, para que además de una sociedad llena de información seamos una sociedad llena de ideas, para que nuestros jóvenes no vivan en una realidad virtual, sino que puedan conectarse con la vida cotidiana, una vida en la que se trabaja, se produce, se realizan opciones, se trazan destinos, se disfruta y se sufre. y no la confundan con la vida en un reality show .
La vida no es aislamiento, es interacción; el lenguaje es la base del pensamiento, por lo tanto es necesario ejercitarlo, en interacciones productivas, que abran espacios a la duda, a la curiosidad, a la necesidad de saber.
De lo contrario corremos el riesgo, como reflexiona Neil Postman, de que se cumplan las anticipaciones del Mundo Feliz de Huxley, un mundo en el que el exceso de información nos reducirá a la pasividad más absoluta, en el que la realidad pasará inadvertida ya que el pueblo, convertido en audiencia, aceptará vivir obnubilado por el entretenimiento perpetuo; vivirá entre placeres y lujos, pero devastado espiritualmente por un enemigo disimulado por un rostro sonriente ; los libros no necesitarán ser destruídos por el Gran Hermano de Orwel porque ya no serán leídos por nadie.

Por eso hoy no es un día de celebración, es un día de reflexión, de reflexión para volver a encontrar entre todos el camino hacia una sociedad adulta, hacia aquella sociedad de nuestros padres y abuelos, quienes debieron reconstruir sus vidas en las situaciones más adversas, lo cual no les dejaba lugar para las frivolidades y las trivialidades, y que honraron el valor de la educación como fuente de progreso.

Sólo si las comunidades educativas, padres y docentes, aunamos esfuerzos para recuperar el valor del conocimiento como fuente de satisfacción personal, honraremos el ideal que signó nuestro progreso como nación, de lo contrario, no será la situación económica lo que signará nuestra decadencia, sino fundamentalmente. la decadencia de la educación, que ya no podrá ser sostenida sólo por las instituciones.

Realmente, es necesario que de una vez y para siempre la crisis se convierta en oportunidad; en oportunidad para reconstruir aquello que fuimos, que no significa negar el progreso, ignorar los cambios necesarios para el crecimiento, sino capitalizarlos para desarrollarnos como ciudadanos plenos, capaces de contribuir al bien común.

Por eso hoy más que nunca, es un día para honrar a los educadores que día a día, en situaciones cada vez más adversas, resisten; resisten a la desvalorización, a la frustración, a la falta de estímulos, cubren carencias, y apuestan cada día a que una mínima semilla pueda germinar en algún tiempo, y pueda ser cosechada en un mundo mejor para todos.
Ese será el mejor regalo que un educador pueda recibir; el reconocimiento de la sociedad a una tarea que resulta cada vez más ardua, el acompañamiento de las familias en el logro de los objetivos educativos que se propone, el respeto a los caminos que como profesional elija recorrer para alcanzarlos y la confianza en que, las opciones que efectúe están avaladas por una formación profesional, que día a día se resignifica la luz de las nuevas condiciones en que la tarea se desarrolla, lo cual no es un desafío menor, y sin embargo, aquí estamos para asumirlo...sólo necesitamos que nos acompañen.
gep

No hay comentarios: